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Era una rosa. La más bonita del invernadero.
Estaba feliz.
Sus padres la habían preparado para grandes concursos internacionales.
Sabía que en ese momento él estaba pensando en ella.
Ella, más romantica, pensaba en ser regalo de dos enamorados.
Hace poco que se habían separado. Ella solo le había pedido una cosa. Una rosa.
Viviría para siempre en su recuerdo.
Allí, mirando el escaparate de la tienda de flores
Vestía de rojo terciopelo
se había quedado absorta.
Crecía gracias al amor de los que la querían.
Sobre todas las rosas había una que le llamaba la atención.
Todos.
Si al menos él pasase por allí y la viese.
Precisamente esa era la rosa que quería.
¿Que había pasado?
¿Acaso había perdido su belleza?
¿Se había marchitado antes de tiempo?
¿Entonces porque se veía en esa situación?
Estaba en la tienda de flores y no se acercó un enamorado exultante.
Era un ser apesadumbrado y derrotado.
Después de comprarla no surgió la alegría.
Más al contrario lloró hasta la extenuación.
Ahora estaba allí, sola.
Encadenada a un simple poste.
La cadena le dañaba el tallo.
El viento movia cruelmente sus petalos.
¿por que tenía que acabar así su vida?
Ella, que había sido la rosa más bonita.
No hay amor en el que pervivir siempre.
Abandonada.
Un poco más lejos se había hecho el silencio sobre otra flor.
El rojo fue resbalando por sus dedos hasta marchitarse.
Perdió su color. Quedó blanca y el cielo negro.
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